Las relaciones con otras personas requieren de habilidades sociales. Estas son un conjunto de conductas aprendidas de forma natural que se manifiestan en situaciones interpersonales, socialmente aceptadas y que implican tener en cuenta las normas sociales y están orientadas a la mejora y al éxito de estas relaciones.
Como estrategia y estilo de comunicación, la asertividad se diferencia y se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la agresividad y la pasividad (o no asertividad). Suele definirse como un comportamiento para la comunicación madura en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.
La asertividad además de ser una conducta de las personas, un comportamiento, es también una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada. Su finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, al margen del estrés, la ansiedad, la culpa o la rabia.
Los pensamientos son la base en la que se asienta nuestra actitud ante la vida. Con ello nosotros mismos nos encargamos de crear nuestras condiciones de vida y el nivel de éxito en virtud de los pensamientos que escogemos y guardamos en nuestra mente. Por ello la importancia de elegir pensamientos positivos que afecten positivamente a las relaciones con las demás personas especialmente cuando las relaciones son difíciles.